Resumen
La concepción de un lago como un cuerpo de agua rodeado de tierra es parte de un imaginario nativo occidental montado sobre esquemas analíticos que se tornan funcionales a la ocupación territorial. Las comunidades mapuche cordilleranas dan la posibilidad de entender de otro modo la urdiembre que vincula las aguas con los demás componentes del paisaje, como se revela a través del trabajo de campo. Tal urdiembre se sustenta en una ontología relacional que pierde su fuerza en contextos urbanos y laborales. Del carácter relacional de esa ontología dan cuenta, por una parte, las prácticas rituales (guillatun) y, por la otra, el maridaje entre historia y territorio tal como la topo y la hidronimia lo sugieren. Se concluye que a la visión occidental inerte del lago se contrapone a aquella en que se le vive como una de las agencias que determinan las posibilidades de existencia presente y futura. Las huellas y prácticas de las comunidades indígenas resultan sugerentes de modos alternos de constituir la vida en contextos empobrecidos por la acción depredadora del capital.